Es un término mapuche que ha tenido acepciones diversas a lo largo del tiempo, pero que casi siempre se refiere a un poderoso espíritu que habita en las montañas o volcanes. Como todo ser numinoso, el pillán posee connotaciones positivas y negativas. Se lo ha definido como espíritu de los grandes antepasados que continúa velando por sus descendientes o espíritu de sus jefes, que al morir se convertían en volcanes y continuaban la guerra en el cielo. De los pillanes depende el buen o mal tiempo, las erupciones, las tempestades, inundaciones y terremotos. Para mantenerlos propicios se realizan invocaciones y ofrendas. De este modo, los truenos, los rayos, los relámpagos y, todos los fenómenos que tienen relación con el fuego y las luces, han sido asociados a los pillanes. Estos espíritus tienen mucho poder, pero no son ni Ngenechén (dueño de los seres humanos) ni Huecuve (entidad maléfica); el pillán, por el contrario, castiga a los brujos encerrándolos en los volcanes.
Se cuenta que a los pillanes se los debe apaciguar con diversas ceremonias y ofrendas. Así, por ejemplo, en Osorno hubo que sacrificar a una joven llamada Licarayén para aplacar las erupciones y calamidades que este espíritu había desatado. También, se dice que cuando se transita cerca del volcán Villarrica hay que derramar chicha, licor o aguardiente en señal de ofrenda.
Asimismo, muchos sostienen que la erupción del volcán Calbuco sobrevino cuando los pillanes y Ngenechén se enojaron porque unos alemanes median la tierra, sacaban piedras, desenterraban y robaban a los muertos. La machi (chamana) del lugar sentenció entonces que los pillanes castigarían a los mapuches que recibían y no echaban de sus tierras a los extranjeros. Un hombre que los había acogido en su casa y cuya mujer enferma esperaba un hijo, se arrepintió y fue en su búsqueda para expulsarlos, pero una densa nube le impidió ver y debió regresar a su casa. Al rato, la tierra tembló y hubo un feroz estruendo de truenos, los campos se cubrieron cenizas y los animales murieron quemados o desbarrancados. La mujer del hombre arrepentido fue aplastada por una roca y en su ropa se encontró muerto un gran lagarto negro, que era el hijo que recién había dado a luz.
Pero los pillanes también auxilian a las personas. Así lo hicieron los que moran en el volcán Villarica cuando decidieron expulsar al Huecuve que asolaba los campos por las noches dejando lamparitas para saber cómo volver a las montañas. De esas lamparitas se originaron los copihues y los humanos pudieron vivir en paz. Del mismo modo, un espíritu Pillán ayudó a los hermanos Cónquel y Pediú cuando el viejo Latrapai, que les había dado a sus hijas, les pidió pruebas para casarse con ellas. Entonces, Pillán les envió dos hachas desde el cielo, con las cuales pudieran realizar los trabajos encargados por el suegro. Un relato similar señala que este espíritu ayudó a dos hermanos enviándoles el hacha del pillán y un lazo, salvando sus vidas que eran amenazadas por un brujo.
Los huilliches denominan al trueno Huentro Pillán y piensan que en el pasado se oía muy fuerte, a diferencia de hoy en día, cuyos ruidos son débiles.
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